domingo, 2 de septiembre de 2012

Conga no es solo una batalla minera.



Por Economista Hernando De Soto.

Santos tocó una fibra muy sensible al diagnosticar que una parte importante de los peruanos siente que hay desigualdad. Su mensaje de que el sistema legal que gobierna la economía “excluye a la mayorías” está calando hondo. Su denuncia devela que los pobres están excluidos de la propiedad, y con eso ha conquistado el presente. Ha lanzado, sin embargo, un ataque indiscriminado contra el único sistema que, reformado, puede dar a los pobres el capital y los instrumentos asociativos que requieren para desarrollarse.



Santos ha conquistado el presente por

Apoyo popular. La encuesta nacional de El Comercio es clara: 30% de los peruanos cree que su gestión en Cajamarca es beneficiosa y 40% apoya su campaña anti-Conga. Según Ipsos Apoyo, 78% de los cajamarquinos lo respalda contra Conga

Apoyo profesional: sus discursos encendidos en propuestas técnicas bien contextualizadas, escritas en el lenguaje sobrio de Naciones Unidas, apoyado en un vocabulario ecológico que le permitirá ingresar a los recintos importantes del mundo progresista

Jaquea el modelo económico: Quizá nunca logre convocar a una Constituyente, pero las injusticias que denuncia son tan sensibles y polarizadoras que podrían propiciar una ruptura del clima de confianza que sostiene el modelo económico  vigente.

Más que la izquierda: Santos no es solo un vocero de la izquierda radical, es potencialmente un gigante. Ha empezado a darle voz al Perú preindustrial que no sabe cómo interpretar la revolución industrial ni aprovechar los beneficios de tener a una gran empresa como vecina.

Lucha de clases: Con las grandes industrias extractivas llegó la vanguardia de la civilización más  formal de la historia. Esta fue recibida por la gente  del Perú rural en su calidad de informales. Como  el Estado no los dotó de instrumentos para integrarse, se alienaron. La globalización se desarrolla a nivel planetario y la asociatividad requiere de documentación estandarizada. Los compromisos tienen que ser declarados con pagarés y letras de cambio; las autorizaciones validadas en licencias y  permisos; los valores representados en acciones y  cargas y las empresas materializadas en estatutos, etc. Con tanta empresa extranjera y con tan poca formalización, era solo cuestión de tiempo para que alguien estimulara un enfrentamiento clasista. Santos asume el rol de campeón del nacionalismo, estrenado en su carta navideña de diciembre  del 2011 a los cajamarquinos: “No teman, el Perú  sí puede ser para los peruanos”.

El Estado cede soberanía: El Estado, en vez de dar a los cajamarquinos las herramientas legales para integrarse como individuos y empresas autónomas al Perú moderno, los sienta en mesas de negociación como si fuesen guerreros de una tribu que debe ser pacificada antes de ser colonizada. En lugar de ofrecerles contratos, les propone tratados de paz, creando en Cajamarca un espacio no totalmente nuestro y así Santos termina conquistando el presente.

Le será difícil conquistar el futuro por:

El modelo alternativo: Cuando haya plena conciencia de que el incidente Conga no es el fenómeno aislado de un peruano ecológico enfrentado a una multinacional depredadora –y  que su propuesta no es solo acabar con ella sino  revisar todos los contratos de las industrias extractivas y modificar radicalmente la relación  con el capital– será urgente examinar el nuevo  modelo alternativo que propone. Así deduciremos si conquistará el futuro.

Físico: He leído sus documentos. Santos no tiene todavía una alternativa lista para ser implementada, pero sí un pensamiento coherente y un  planteamiento ideológico definido sobre cómo construir prosperidad. Hay un detalle importante: no obstante que se autodefine como un marxista metafísico, su planteamiento es físico. Propone potenciar la producción de “cosas físicas” tal como el arroz, café, yuca, cacao, alfalfa, frutas y papa, en Cajamarca. Por ese mismo “materialismo” entiende el origen del capital de las empresas extractivas: del mineral, el oro, “que sale de las entrañas de la tierra y se vende a los mercados mundiales a un precio elevado”.
Metafísico: Su concepción materialista del capital es problemática. Marx fue clarísimo al definir que el capital es “inmaterial”. Él y todos los clásicos hicieron un aporte crucial para el mundo moderno: el capital no es el oro mismo, sino un concepto independiente, un valor potencial que permite iniciar un emprendimiento y que por ser metafísico solo puede ser capturado por la cabeza (se supone que este es el origen de la palabra capital; ‘capita’ es cabeza en latín).

El subsuelo: Las definiciones del valor de Marx  están en el lenguaje del siglo XIX. Déjenme explicarlas en el lenguaje de hoy. La empresa minera, mucho antes de extraer el oro industrialmente, necesita capital. Este no se encuentra sino que se construye. Para materializar el capital en dinero, la empresa mueve voluntades hasta obtener del Estado Peruano una concesión. Esta le otorga el derecho de extraer oro de una porción del subsuelo. Esto es el primer título de propiedad para cons truir su capital y su capacidad asociativa (elemento crucial en las propuestas de Santos).

El suelo: No basta el derecho sobre el subsuelo, se necesita la superficie para perforarla y construir el complejo industrial. Como la superficie les pertenece a los cajamarquinos, tiene que comprarles el derecho sobre sus tierras, para lo cual necesitará también convertir sus posesiones en títulos de propiedad. Con ellos, al igual que con la concesión, se acumulan los distintos documentos que capturan el valor potencial de su propuesta.

El capital crea la seguridad: Los títulos peruanos son cada vez más confiables, pero tienen  imperfecciones. Si la minera es estadounidense,  por ejemplo, los amparará en el tratado bilateral que el Perú firmó con ese país y compensará las incertidumbres que pueden existir fuera, sobre la solidez de nuestro derecho. Con las nueve garantías adicionales que otorga el tratado se reduce la inseguridad. Para mayor certeza, la minera puede sacar un seguro adicional de varias organizaciones globales, incluyendo OPIC. Si quisiera un seguro adicional, el derecho del título peruano será  garantizado por el MIGA del Banco Mundial. Esa  seguridad sobre lo que tiene en cartera es el capital del empresario y puede convertirlo en dinero  usándolo como garantía para obtener crédito o  emitiendo acciones, a cambio de inversión.

El capital nace en Cajamarca: El capital que Santos considera tan esquivo se origina en Cajamarca, aunque se plasma en los documentos de  propiedad que se requieren en el proceso de formalización y se consolidan en el hemisferio norte. El capital está potencialmente al alcance de las decisiones de Santos y de los bolsillos cajamarquinos.

La yapa de la asociatividad: A medida que se selecciona y ordena la información para titular con  precisión los derechos sobre el subsuelo y la tierra peruana, la documentación registral se convierte en una matriz, en un tablero de ajedrez en el que  las piezas (en el caso de una mina en Cajamarca: geólogos, transportistas, fundiciones, refinerías, sueldos, gerentes, contadores, obreros, etc.) que tienen valores y movimientos distintos pueden ser organizados en un solo espacio legal. Ese tablero es la propiedad, la construcción metafísica que le permitió a la minera reemplazar el caos de  información del Cajamarca físico por un orden con información tan precisa y valiosa, y una seguridad tan grande, que le permite una combinación óptima de las piezas que constituyen su empresa.

Ese tablero también es indispensable para el  modelo que está desarrollando Santos en el cual la asociatividad para el sector agrícola es el elemento central. En su caso las piezas son: el riego, el fideicomiso, la producción de bienes agrícolas  y ganaderos, contratos para mercados externos,  crédito, etc. Santos tiene razón: todos los logros  modernos de la humanidad –desde los 120 componentes de mi reloj o las partes que articulan la Internet– resultan de la asociatividad: el poder  combinar, gracias al tablero de ajedrez, gente y cosas para ensamblar un todo con mayor valor que las partes separadas.

Igualar hacia abajo: Si Santos busca igualar a los pobres reduciendo la seguridad de los títulos  con los cuales las empresas formales obtuvieron su capital, las descapitalizará, ahuyentará y reducirá cualquier posibilidad de capitalizar a los pobres. Los mercados financieros y comerciales no distinguen entre gente buena o mala. Se guían por el riesgo-país. En ese camino Santos no tiene  ningún futuro.
El ingreso promedio de la familia rural cajamarquina, escasamente llega a S/ 215 por mes, y  se estancaría o bajaría. Si se pierde confianza en la seguridad de los papeles peruanos, ya sea para propiedad o contratos, no despegará la asociatividad propugnada por Santos para combinar esfuerzos y ganar mercados. Si desea igualdad constructiva, debería igualar hacia arriba; comenzando con la formalización de Cajamarca que no tiene la propiedad legal con la cual se construye el tablero de la asociatividad, ni la información necesaria para  convertir sus tierras en capital.

Para conquistar el futuro: En cuanto la opinión pública se de cuenta que no se trata de una batalla entre un David peruano y un Goliat yanqui, sino que se juega el destino del Perú, le cobrará la factura a Santos. Marx veía el socialismo como una propuesta que superaría al capitalismo. Nunca pensó que el progreso consistiría en regresar a una época precapitalista basada en la producción agrícola local sin ninguna posibilidad de superar la pobreza.

Respeto: Tal como el señor Santos pide, con justicia, que se respete la naturaleza de Cajamarca, que no se envenenen sus ríos y que se conserve su paisaje, también es importante que él respete  el único instrumento que ha permitido vencer a la miseria en el mundo: las reglas e instituciones creadas por el derecho para combinar las cosas físicas y revelar su potencial escondido: el capital.

Artículo publicado en el Diario el Comercio.

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